viernes, 31 de enero de 2025

La luz no se apaga en Hawkins

  "¡Oh, Santo Niño nacido para humana redención!" Así le proclamaba Gómez Manrique en Representación del nacimiento de nuestro Señor, allá por el siglo XV. Y tras esta pedante introducción, sí puedo decir ¿Cómo hizo aquel que nace cada Navidad, con qué fuerza, para diseñar y presentar un segundo trimestre en 2024 tan intenso? Pues solo una fuerza así pudo lograr tantas cosas. 
    Pero muchas señales había ¿Por qué si no vi esa Navidad la serie The End of the Fucking World? Nada hay aparentemente de trascendente ni espiritual en esta comedia negra protagonizada por dos adolescentes psicópatas (al menos uno de ellos). La pareja que forman James y Alyssa, quizá una de las más extrañas de la ficción, no parecen ofrecerse a que les analicemos en ese plano. Pero los cambios que cada uno experimenta, los que les hacen ver que se necesitan. Y la serie, pasa de un planteamiento casi underground a una luz en la oscuridad.


    La misma luz en la oscuridad que pude ver en el Cerro de los Ángeles. La misma que me inspiró desde el decisivo 10 de octubre de 2023. La que estaba ya en el I.E.S. Brianda de Mendoza y que deseaba ver de nuevo en Valdeluz. Y la vi. Pero es posible que la clave no fuera el Brianda, sino que fuera Valdeluz desde el principio. ¿Me transmitió ya algo pasar junto a ella en 2021 al volver de Cuenca? ¿Anunciaba ya algo?
    Lo cierto es que me moví con esa luz. Y muchas claves estaban más tarde en Stranger Things. Me animé a verla el año pasado (todavía no me hago a la idea de que ya haya pasado un año) tras muchas recomendaciones. Nunca me ha atraído la ciencia-ficción, pero Stranger Things es mucho más que eso. Si no ¿Cómo es posible que una serie ambientada en los años 80, con guiños a películas como Los Goonies, E.T., Los cazafantasmas o La historia interminable, que juega con la mecánica cuántica, haya podido gustar tanto a tanta gente, de generaciones distintas, cuando algunas de las cuales ni conocen esas referencias?



Las claves de Stranger Things, la serie ambientada en Hawkins, una ciudad ficticia de Indiana en los años 80, están en buena parte en lo que he dicho. Pero también están en el hecho de que, en este turbulento siglo XXI, se haya atrevido a recuperar la aventura, la amistad y las buenas intenciones. Algo, si no, hay en la unión de Mike, Lucas, Will, Dustin y Once que haya podido conmovernos tanto.
    Y es ese algo el que hizo que una serie de ciencia-ficción, género que hasta 2024 no me decía nada, hiciera que mi afición, Valdeluz y mis valores, fueran una misma cosa. Cosa en la cual medité al pasear por la ermita de la Virgen del Madroñal de Auñón, aquellos días, entre finales de enero y principios de febrero.


    No solo es la paz que transmite, junto al pantano. Fue también pasar junto a Horche y comprender que, si todo esto me llevaba a aquellos años dorados de los 90, era por el legado que mi padre me había dado y que posiblemente algunos de aquellos a los que dio clase él allí, eran los padres de los que ahora daba clase yo. Y que, posiblemente, por acción de ese algo, era la forma en la que sus padres le daban inconscientemente las gracias al mío: a través de sus hijos, de todo cuanto me regalaron. Y Stranger Things se encargó de potenciarlo.
    Porque, si fuese una serie plana, mediocre, woke, es decir, como la mayoría de la oferta actual, Stranger Things se habría quedado en un producto sin pena ni gloria. Uno más de tantos. Pero he aquí otra de sus claves: los personajes que cambian. Y no cualquier cambio, sino la redención (otra vez). Siempre he admirado al personaje de Robert de Niro en La misión, que pasó de ser un perseguidor de los indios a convertirse en su defensor. Y es lo que veo, por ejemplo, en Steve, que de matón del instituto pasa a defender a sus jóvenes amigos, con bate de clavos incluido.


    El ejemplo de Steve nos lleva a ver que el cambio puede ser para bien. Como en The End of the Fucking World. Y a que cuando se nos necesita, nada importa nuestro orgullo, nuestra debilidad: sacamos siempre lo mejor de nosotros, como en Valencia

¿Qué puñetas hace la lámpara de mi abuela en Stranger Things?

    Y no solo en los chavales de Hawkins ¿Qué decir de Jim y de Joyce? Hasta el punto de disfrazarse de soviéticos (estamos en plena Guerra Fría, recordemos).


    Precisamente en mi capítulo favorito, en el que Dustin y Suzie nos regalaron el momento más genial con La historia interminable.


¡Y todo esto para obtener la Constante de Planck (E=hf)!

    Esa fuerza, ese algo, me llevó a ver que, al final, todos tenemos que enfrentarnos al demogorgon. Y en esa lucha, surgen las alianzas extrañas. Como Aragorn, también yo acudí a pedir la ayuda de los reyes muertos.


    Y el algo hizo que la luz brillara de nuevo, pues todo lo que gané desde octubre, lo que realmente es valioso, no me abandonó. 



    Y, tras la victoria del 1 de marzo, puedo decir que sí: que algo hizo posible el Niño nacido para humana redención. Pues lo mismo que vi en Cabanillas y en el Brianda, lo mismo que me hizo ser otro Rodrigo Mendoza, pude verlo de nuevo en Valdeluz. Todo eso comprendí.Y que la luz que brilla en Hawkins no se apaga, pues sigue brillando ante la adversidad.







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