Habría que señalar también el uso del epíteto épico en toda la obra de Tolkien. Lo hizo, naturalmente, de manera intencionada para situarse al nivel de los cantares de gesta medievales: Thorin "Escudo de Roble", el "Rey Bajo la Montaña", la "Hendedora de Trasgos", etc. Aunque ya lo había empleado Homero en la Ilíada, no hay duda de que Tolkien, tal como hemos visto hasta ahora, lo extrajo de su estudio de (y pasión por) los poemas épicos anglosajones y vikingos.
Los "intelectuales" de su época tacharon este recurso de "arcaizante", cuando lo que de verdad les molestaba era el éxito de ventas que tuvo (y tiene) El señor de los anillos (parece que fuera de nuestro país también hay envidias...).
En el caso del "Rey Bajo la Montaña", título que poseen los reyes enanos de Erebor, recuerda bastante al que posee el rey de los trolls en la leyenda noruega de Per Gynt.
Aunque datada ya en época cristiana, Per Gynt juega con elementos fantásticos que delatan los restos de paganismo nórdico que permanecieron en el folklore de los tres reinos escandinavos. El protagonista entra en el reino de los trolls, que como en el caso de Erebor se encuentra en el interior de una montaña. El rey de estos famosos monstruos recibe el título de "Rey de la Montaña".
Los trolls, en su forma más estúpida y exagerada, son también personajes recurrentes en la obra de Tolkien, siempre al servicio de los orcos y de Sauron:
En El hobbit, los trolls cumplen el patrón tradicional que se les atribuye en las leyendas nórdicas: estúpidos, sucios, glotones, salvajes y con la desgracia de convertirse en piedra cuando sale el sol. Tal y como también los presentaron los creadores de los libros en los que se basó David el gnomo:
En El hobbit (el libro) hay una referencia encubierta al Valhalla y al Ragnarok en boca de Thorin: "Parto ahora hacia los salones de espera a sentarme al lado de mis padres, hasta que el mundo sea renovado".
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