Hace diez años, a comienzos de febrero, andaba yo lidiando en el 2º curso de la carrera con un terrible examen de arte prehistórico al que me presentaba por tercera vez, esperando que fuese la definitiva. En esa primera semana de febrero, en ese tiempo corto sin clases antes de que comenzase el 2º cuatrimestre, reservadas para exámenes, me entretuve leyendo el
ABC, que se repartía gratis en la facultad. De repente, encontré de casualidad la siguiente
noticia: "Ha muerto
Hans Beck, el creador de Playmobil".
La sorpresa fue enorme. En primer lugar porque me sorprendí de mí mismo, que teniendo esta pasión por Playmobil desde que me alcanza la memoria jamás me hubiese preguntado por su origen. Sabía que eran alemanes, pero nunca había sabido quién los creó ni nada. Y ahora me encontraba con que el hombre que los creó, la genial mente que concibió la idea de estos juguetes articulados que han marcado mi infancia y más, acababa de fallecer sin que yo le hubiese dado si quiera las gracias.
En la noticia aparecía una entrañable foto que me emocionó: un anciano de aspecto amable aparecía sentado junto a una enorme figura del capitán pirata de la
3382, que fue también el capitán del barco y que marcó el paso de los piratas monocromos de la primera generación a los alegres y entrañables de la segunda, los que yo conocí en
aquellas aventuras en mares azules:
Aquel anciano era Hans Beck. La noticia había sido recogida tarde por los medios españoles. Hans Beck había fallecido el día 30 de enero de aquel 2009 en su residencia junto al lago Constanza.
La aventura de este carpintero nacido en Turingia en 1929 (tengo el enorme privilegio de compartir día de nacimiento con él) comenzó cuando entró a trabajar para la empresa de juguetes Geobra-Brandstätter, localizada, como sabemos, en la localidad bávara de Zirndorf. Hans era el mayor de siete hermanos y contaba que durante la II Guerra Mundial había pocos juguetes y que él se dedicó a fabricarlos él mismo para sus hermanos pequeños. Por eso, desde muy joven, supo ver qué era lo que los niños pedían. En Zirndorf aprendió a trabajar con plástico, que sería el material que le llevaría a la fama.
En 1973 la crisis del petróleo se extendió por Europa. El presidente de la empresa, Horst Brandstätter, encargó a Hans el diseño de un nuevo juguete en el que se usase la menor cantidad de plástico posible para hacer frente a la crisis.
Tras varios diseños, Hans presentó un muñeco aparentemente sencillo, con brazos móviles (las manos eran todavía del mismo color que los brazos y no se podían girar), cabeza giratoria (180º) y que podía sentarse, montar a caballo y coger cosas con las manos. Como contaba el propio Hans, la idea vino al ver los dibujos de los niños, que en su gran mayoría dibujan las caras humanas con dos puntos para los ojos y una sencilla media luna para la boca. Además, calculó el tamaño de la mano de un niño para que correspondiese a la figura. La medida estándar elegida fue de 7,5 cm.
Cuando Hans presentó el prototipo a Brandstätter, éste le preguntó: "¿Cuál es el objetivo principal de este nuevo juguete?". A lo que Hans respondió: "El mundo entero en miniatura". Y así ha sido, tras 45 años de historia. En la foto siguiente podemos ver a Hans presentando los prototipos a Brandstätter:
Las primeras figuras de Playmobil fueron presentadas en Nuremberg en 1974, en la feria internacional del juguete, que se celebra cada año en esta ciudad bávara. Las primeras fueron un albañil, un caballero, un vaquero y un indio. La acogida fue enorme. Unos niños se acercaron a tocarlos y moverlos y quedaron encantados con la novedad. Una empresa holandesa firmó al momento un contrato con Geobra-Brandstätter para comprarles toda su producción y futuras creaciones y poder venderlas en el país de los tulipanes. Solo un año después, Playmobil se había dado a conocer en toda Europa.

¿Qué había provocado el éxito del juguete? La respuesta es: el juguete en sí mismo. Su aire completamente nuevo, práctico, muy manejable, sencillo pero con características muy individualizadas, con un sinfín de accesorios, apto para jugar y para coleccionar y con la posibilidad de dejar llevar la imaginación del gran público de manera interminable, explorando el mundo real, la Historia y creando otros mundos. Ni más ni menos.
Playmobil lograba salvar de la crisis a Alemania, al menos a su sector juguetero, y convertía a Geobra-Brandstätter en una de las mayores empresas del país teutón. A finales de la década llegaron plagiadores y competidores. Pero todos ellos fueron vencidos. Era la segunda victoria de Playmobil. El original se alzaba entonces y siempre frente a la copia.
Hans dirigió el equipo de diseño de Playmobil con una enorme ilusión y profesionalidad hasta 1998, año en el que se retiró. Durante todo ese tiempo, Hans insistió a su equipo en la necesidad de observación del mundo que les rodeaba. Insistió, por ejemplo, en que acudiesen a los zoos a dibujar in situ a los animales para lograr unas figuras que lograsen reproducir a éstos sin basarse en convencionalismos predeterminados.
En el departamento de diseño, Hans planificaba con los dibujantes e ingenieros los colores a emplear y los accesorios.
Así, Hans fue abarcando todos los campos y sectores del mundo, profesiones, Historia, nacionalidades, animales, vehículos... Aunque siempre se opuso a dinosaurios y extraterrestres, acabaron entrando también, aunque con menor acogida. Hans nunca deseó tampoco que la idea de agresividad formase parte de Playmobil.
Hans sostenía que Playmobil no solo divertía a los niños, sino que "les ayudaba a comprender el mundo de los adultos". Disfrutaba al "verles jugar libremente y aportar sus propias ideas" y cómo al "imaginar diálogos y situaciones entre ellos, olvidan sus problemas". Un aspecto en el que coincide con los psicólogos, que siempre han alabado a la marca por estas razones.
Aquel 30 de enero de 2009 Hans nos había dejado a sus 79 años. Pero sus creaciones, sus "hijos", seguirían y seguirán haciéndonos disfrutar porque su legado está vivo. Dos meses después, en Hortaleza, se celebró una de las mejores exposiciones de Playmobil que he visto, y de la que ya hablé
aquí. Allí, un diorama, que abría el recorrido por el resto, representaba el funeral de Hans Beck, al que asistían a rendirle el último homenaje los Playmobil:
¡Gracias por existir, Hans! ¡Gracias por tanta ilusión!