lunes, 9 de enero de 2017

Comanche


   
Comanche es un cómic del oeste apasionante. Quien lee Comanche se introduce en la pelis de John Ford, como si John Wayne, Glen Ford o James Stewart apareciesen cabalgando en cualquier momento. Y como si una Natalie Wood (con genio) sacada de Centauros del desierto animase a un pistolero pelirrojo y a un viejo gruñón a levantar su rancho (Toby y Clem me parecen un simple añadido). Pero ni el genial Greg ni Hermann pueden evitar comparaciones con Blueberry, la serie más importante del western en el cómic. Pero por suerte, Comanche no ha caído en el olvido y el año pasado nos reencontramos con ella, Red Dust y todo Greenstone Falls en dos estupendos integrales de Planeta de Agostini.


     Los dos integrales nos muestran la evolución del dibujo de Hermann, un tipo que trabajaba como carpintero y que un día empezó a dibujar cómics. En el primer álbum de la serie, Red Dust (titulado como el pistolero que es el verdadero protagonista de la historia), el dibujo es claramente malo, con varios errores. Pero el talento de Greg para los guiones hace que llegue a colocarse como una de las grandes narraciones del oeste (por lo menos así me lo parece a mí). Lo mismo sucede con Los lobos de Wyoming, El cielo rojo sobre Laramie y El desierto sin luz, en los que se nota la influencia del cine de Sergio Leone y Sam Peckinpah. Aquí Hermann ya es un dibujante consagrado, está en su salsa.
   En el segundo integral de Comanche observo una segunda etapa en la evolución de la serie. Red Dust ya no parece el mismo a partir de Furia Rebelde y toma ese aire solitario de los pistoleros como Durango. Pero Greg acertó de nuevo al no enviarlo a México (como en todos los westerns esa frontera inalcanzable, ejemplo Dos hombres contra el oeste) sino al norte, cerca ya de Canadá. Es cierto que esta zona no aparece mucho en los westerns y es por ello que me pareció original y me encantaron El dedo del diablo y Los sheriffs. Sin embargo, el cansancio de Hermann es notable: valga el episodio de El cuerpo de Algernon Brown y sus gazapos (aunque ya en Y el diablo gritó de placer el dibujo es bastante pésimo). Un Hermann cansado que tiene ya sus ojos puestos en Las torres de Bois-Maury.
 
 En realidad Hermann siguió teniendo muchos errores de dibujo tras Comanche: las proporciones, los rostros y las mujeres siempre fueron su tarea pendiente (o él prefiere pasar, que es más posible). Pero nadie dibujará nunca como él ese movimiento, esos fieros y despiadados forajidos, esos campos de Wyoming con sus vacas. Un western muy recomendable y un clásico del cómic europeo.











2 comentarios:

  1. Muy interesante Ottokar, no puedes ocultar tu amor por el dibujo y la recreación histórica. Ya sabes que no es mi tema, pero me parece una entrada muy interesante y en la que efectivamente se pueden comprobar todas esas influencias en el dibujante al que conozco, gracias a ti y tu fantástica entrada sobre las Torres. Un saludo

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  2. Jaja gracias. Bueno, la recreación histórica sí es tu tema, Jose
    Un saludo

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