Ahora que se acerca la fiesta de Todos los Santos o Fieles Difuntos no está de más hablar del origen de la versión anglosajona, Halloween, que la globalización se empeña en que celebremos en suelo español. Cada uno es libre de celebrar lo que quiera, naturalmente, y si a los peques les mola pues fenomenal. Yo, personalmente, reivindico la fiesta española por su tradición de cuentos de terror y supersticiones. Hablaré de ello más adelante.
En realidad, el origen de Halloween y de Todos los Santos es el mismo. Las dos provienen de la fiesta celta de Samhain. Esta festividad se celebraba en torno al 31 de octubre. El motivo principal de la celebración era la
recogida de las cosechas y el fin del buen tiempo. Esa noche no solo comenzaba
el mal tiempo, sino también el año nuevo. Existen dudas acerca de a qué dios
estaba dedicado el Samhain. Algunos
apuntan al dios Crom Dubh, pero parece que la mayoría de los sacrificios que se
realizaban esa noche iban acompañados por la invocación al dios Dagda, como
demuestran algunos registros irlandeses.
Dagda, uno de los dioses más poderosos del panteón
celta y líder de los Tuatha De Danann, era el protector de las
cosechas y de las estaciones, ya que era el encargado de regenerar la vida.
Para los celtas, la noche de Samhain era el momento en el que la frontera entre el mundo de los
vivos y el de los muertos se abría y los espíritus transitaban por la tierra.
Los muertos podían disfrazarse y mezclarse con los vivos, atrayendo a éstos
mediante engaños. Además, los fantasmas eran acompañados por trasgos y otros
seres malignos. La poetisa inglesa Christina Rossetti plasmó en su obra Mercado de los trasgos esta creencia:
Durante las vísperas tres veces
sagradas de Todos los Santos, cuando los fantasmas salen de sus lechos de
cantos rodados y los trasgos surgen del cieno o la hoguera, del agua o la mina,
a rondar los varios senderos del hombre...
Por esta
razón, los celtas temían salir de sus hogares durante esa noche. Celebraban sus
ritos asegurándose mediante amuletos y objetos sagrados de que estos seres no
pudieran entrar.
En el siglo VIII, el papa Gregorio III instauró el día de
Todos los Santos, cristianizando así esta fiesta. La palabra Halloween es la evolución del inglés: All Hollow's eve ("Víspera de Todos los Santos"). Así pues, si bien el origen es pagano, el nombre es claramente cristiano. Por eso, cuando ciertos curas pre-Concilio Vaticano II se enfurecen y claman, como si hubiese todavía púlpitos, contra esta fiesta que consideran pagana, recuerden que el nombre no lo es y que, en realidad, celebramos lo mismo: el recuerdo de los muertos, ya sea llevando flores al cementerio o disfrazándonos de esqueletos y demás parafernalia tétrica. Honrar y divertirse no deben estar reñidos.
En algunos lugares de Europa en la actualidad se viene reivindicando el Samhain original en lugar de Halloween, al que consideran un producto americano. En Muro de Ágreda (Soria), por ejemplo, se celebra desde hace unos años, además de un particular akelarre, pidiendo a los asistentes que ni se les ocurra venir disfrazados de Drácula ni Frankenstein. Quieren revivir las raíces celtas de la fiesta.
Muy instructivo e interesante. Yo tengo un poco de manía a lo del truco o trato… A ver si tengo tiempo y le pego un repaso al Don Juan… que con tanta capa y espada pega bastante. Un saludo
ResponderEliminarBuena idea y muy apropiada para estos días :)
ResponderEliminarGracias
Un saludo